Condicionamientos y Relajación

Hoy me levanté y, después de hacer algunas tareas cotidianas de la casa, me senté frente a la computadora a trabajar un poco. Trabajé todo lo que pude, luego me fui a una reunión en un café y, terminada esa reunión, vine a la escuela. Tenía que comprar unas cosas en el camino y preparar la comida antes de otra reunión. Como apenas me daba el tiempo, apuré el paso e hice todo lo más rápido posible. Quería terminar de cocinar cuanto antes. Hoy hace 35 grados, así que sumar una hornalla prendida sería infernal para nuestro encuentro.

Una vez que apagué el fuego y acondicioné el espacio, supe que había llegado bien, que lo había logrado, y en ese instante relajé mi cuerpo. Mis hombros cayeron, los músculos que intervienen en la respiración se relajaron y pude respirar profundo. ¿Cuánto tiempo haría que estaba manteniendo esa tensión en los hombros, en el abdomen? Empecé a recordar mi mañana: quizás fuera en la caminata hacia acá, o quizás desde antes, ni bien me senté a trabajar.

¿Hacía falta que mi cuerpo mantuviera tanto tiempo ese esfuerzo?

Mi cuerpo está acostumbrado a prepararse para encarar desafíos, pero no siempre de la mejor manera. Si estoy mucho tiempo en la computadora, quizás suba los hombros, o tal vez genere tensión en la musculatura abdominal si tengo que caminar apurado. Durante años y sin pensarlo fui acondicionando el cuerpo para actuar así, sin tener en cuenta dos cosas: si es necesario que se genere esa acción y, de ser necesario, cuándo dejar de hacer ese esfuerzo.

Si percibo que alguna parte del cuerpo se puso tensa sin que me diera cuenta, o que se produjo algún dolor por sostener ese esfuerzo mucho tiempo, siento que tengo que dejar de generar tensión, dejar de hacer un esfuerzo por algo que no existe o que no existe más.

Uno de los conceptos que entrenamos en nuestra práctica es, en una técnica que trabaje sobre el cuerpo, empezar siempre que sea posible por la fase pasiva. Es decir, sin hacer fuerza, relajando lo máximo posible la musculatura. A medida que lo hacemos, práctica tras práctica, le enseñamos al cuerpo a no generar tensión de manera automática. Y eventualmente lograremos que incorpore este condicionamiento. Después sí, hacemos fuerza, pero la hacemos donde la técnica lo requiera.

Texto por Alex Falke