El otro día me quedé reflexionando acerca de la siguiente frase que el psicoanalista Lacan analiza en su seminario número VIII, a partir de la obra «El Banquete»: «porque allí donde tú ves algo, yo no soy nada».
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Esta frase, la menciona para desarrollar el proceso de idealización del otro, en el enamoramiento, ya que el enamorado, entra en un estado de obnubilación, en el cual existe una proyección tan grande de nuestras expectativas, ideales, condicionamientos, entre otros, que el otro, el ser amado, se difumina, quedando solo un semblante o su envoltura, ante la utilización del otro para construir y proyectar dicha idealización del amor.
A propósito de esa idealización del enamorado, es que me quedé reflexionando acerca del proceso proyectivo, como una constante en nuestra vida. Aparece en cada una de nuestras relaciones vinculares, y espacios en los que accionamos; y por tanto, a su vez, así como nos aleja de la realidad propiamente dicha, nos acerca a una posible deconstrucción de aquellas piezas internas condicionadas, con las que hemos construido nuestro self.
Estamos constantemente construyendo la realidad bajo nuestra propia visión, nuestro propio constructo de cómo funciona la realidad, haciendo calzar esas piezas internas afuera, en los «objetos animados e inanimados»; y como tal, omitimos muchísima información de la realidad tal como es, experimentándola desde nuestras interpretaciones y suposiciones.
¿Esto implica que deja de ser real? Para nada. Tal como hemos conversado en los Mastermind de Vida que hacemos los días lunes en nuestra Escuela, nuestra percepción de la realidad es como una gota de agua del mar en el océano. Es objetivamente subjetiva. Es solo una pequeña percepción que refleja nuestro constructo propio, y que se relaciona a su vez con la de otros. En su conjunto, es el océano; en su conjunto, es el constructo total de la realidad en todas sus formas. Y que a su vez, no es más que eso, los hechos en sí mismos.
He así, la importancia de poder trabajar nuestra capacidad de auto-observación para guiar nuestra experiencia en la vida. Logrando percibir aquellos constructos que estamos proyectando constantemente en los hechos de la realidad, sea desde la simple percepción del caminar, hasta la complejidad de los vínculos. Cuando logramos percibir cómo quieren desencadenarse esos constructos, podemos simplemente dirigir la observancia del momento presente, y atender a los hechos lo más cercanos que podamos en ese instante, a lo que son de por sí.
Esto nos libera de presiones, expectativas, necesidades y un sin fin de otras proyecciones que nos sacan del momento presente.
¿Cómo cultivar esta habilidad? En la escuela lo practicamos en cada instante. Desde las técnicas que realizamos en las clases prácticas, hasta las conversaciones que sostenemos para utilizar estratégicamente nuestra capacidad mental. Esas conversaciones, nos nutren, para la integración de esas otras gotas del mar.
Tal como el mar, requerimos de esas otras gotas, para en conjunto avanzar. ¿Qué mejor que realizar ese avance con personas que buscan el mismo desarrollo y evolución? Eso potencia gigantescamente!!!
¡Hasta la próxima!
Texto por Macarena Salas